sábado, 31 de diciembre de 2011

DEL PREGONERO A INTERNET

Hola amigos, hoy he estado viendo y repasando las felicitaciones de Navidad, las cuales me llegan de todas partes, tanto de la geografía nacional como del resto del mundo, no sé si seré merecedor de vuestras felicitaciones, aunque si las enviáis, -seria demasiado petulante por mi parte al decirlo-, quizá me las merezca, lo que si tengo cierto es que, me han echo mucha ilusión, no ya por las fechas precisas en las que estamos, sino por que sé que estáis ahí, y aunque sea a distancia y virtualmente, os acordáis de mi, y eso, que os voy a decir, no tiene precio, que yo sepa hasta ahora no se ha podido cuantificar en billetes de curso legal lo que vale una amistad, y el día que la amistad se pueda medir, pesar o valorar, será porque ya no existe, y eso nunca debemos consentirlo.

Por encima de rivalidades políticas, religiones e incluso de colores futbolisticos, están las personas, pues gracias a Dios, o vaya usted a saber por qué, aún perduran, la sensatez de los que aún no hemos perdido la fe ni el norte en nuestros semejantes.

Bien, dejando ya el prologo “Navideño” quisiera centrarme en los recuerdos que vienen a mi mente a propósito del titulo del presente mini-articulo.

Es muy probable que los jóvenes (si es que leen estas cosas) les suene a “chino”, pero también doy por sentado que los mas entrados en años, -al igual que yo-, lo recuerden perfectamente, se trata de la figura del Pregonero.

Sobre todo en los pueblos de nuestra querida piel de toro es donde esta figura que describo tenia un gran realce, ya que su sola presencia en alguna plaza del pueblo, entre cuatros esquinas, e incluso llegado el caso en los campos, el sonido de su trompeta era ya motivo de grandes aglomeraciones, entre chiquilleria, amas de casa y algún que otro prócer que no le habían avisado del citado pregón, se reunían en torno al susodicho pregonero.

Invariablemente comenzaba con las altisonantes palabras y a viva voz, ¡¡¡ de parte del Sr. Alcalde, se hace saber !!! y a partir de aquí, se hacia el silencio y se escuchaba atentamente las palabras que por boca del pregonero salían como si de un misterio se tratase. Podía ser cualquier cosa, pero no dejaba a nadie indiferente, y cual mecha de petardo, prendía en los oyentes de tal manera, que pocos eran los que no se hacían eco del pregón y lo iban diciendo a familiares, amigos o algún foráneo que por allí se encontrase, con lo cual, a los pocos minutos, toda la población sabia a que atenerse o andarse con el cuidado y debido respeto al bando.

Los tiempos han cambiado, ahora utilizamos este medio, pero a la postre no deja de ser lo mismo, solo que en vez de trompetilla en ristre, utilizamos un teclado y una conexión para dar a conocer las nuevas o malas noticias que se producen en nuestro entorno.

Y en este caso soy yo el que -siempre bajo mi mas estricta modestia- os anuncio cual pregonero a la antigua usanza, que llega el nuevo año, y que si los números, (a pesar del exiguo Dionisio) no me engañan, os deseo a todos.

¡¡¡ FELIZ AÑO 2012 !!!

viernes, 9 de diciembre de 2011

DEPORTES DE RIESGO DE LOS AÑOS 60

Hoy en día España es uno de los Países que mas triunfos han logrado en distintas modalidades de deportes, lo cual nos enorgullece evidentemente, pero no es de los deportes que hoy en día se practican los que quería comentar.

Quisiera que conmigo os trasportéis a través del tiempo, (los que estén mas o menos en mi edad), los mas jóvenes, quiero que hagan un esfuerzo de imaginación, y se auto trasladen también a esos años. No intento rememorar aquí la famosa serie de T.V. “Cuéntame”, para esos menesteres ya hay suficientes guionistas y asesores que cuentan con mas posibilidades que este humilde servidor.

Me quiero referir a, como en esos años los que entonces eramos tiernos infantes nos las ingeniábamos para pasar el rato, hacer deporte, ¿sabíamos que era esa palabra? y de paso poner un nudo en la garganta a nuestros progenitores cada vez que al anochecer volvíamos a casa para el sustento de la ansiada cena, nos miraban de arriba abajo buscando arañazos u otras lindezas con las que solíamos regresar.

Malo era que tuviésemos los consabidos arañazos o chichones, pues estos eran en ese tiempo de la menor importancia, se solía decir, ¡¡son cosas de críos!! y ahí se quedaba todo, un poco de alcohol en vivo, unas tiras de esparadrapo y algún que otro pescozón que se escapaba mientras nos curaban las heridas de “guerra”. Pero amigos, como vinieses con alguna de las prendas de vestir, -la mayoría de las veces heredadas de nuestros hermanos mayores- destrozadas, ahí si que se podía liar la marimorena, el mal menor que te podía ocurrir es que sentenciaran, ¡¡esta noche escucharás a los Angelitos cantar!!, que dicho en jerga coloquial y para los que no estén acostumbrados al léxico que por aquellos tiempos discurrían, era tanto como decir, esta noche te vas a la cama sin cenar, y aún y así, dábamos gracias como un mal menor, ya que lo normal, es que nuestros progenitores, blandiendo zapatilla en mano, diesen algún disgusto a nuestras humildes posaderas por haber destrozado la indumentaria que tan difícil era de conseguir.

Creo que muchos de nosotros nos acordaremos de esos juegos que utilizábamos, y que ahora solo cabría pensar que, o estamos exagerando en demasía, o lo achacamos a ciencia ficción.

Pues no, fueron reales, y casi me atrevería a decir que nos ayudaron a ser mas eficientes en la vida y sobrellevar el sufrimiento como algo natural, sin necesidad de acudir a profesionales de la Psicología .

Comenzaré por algo tan simple como el juego del aro, juego habitual de todos los barrios, en el cual se utilizaba, o bien un aro de metal, -los que menos-, o un aro de madera, que casi siempre era del mismo proceder, de las cajas de arenques que retiraban de las tiendas de “ultramarinos”, ya que eran de madera, redondas y con una grapa que unía la parte superior e inferior, así, con una horquilla, o con la misma mano, nos poníamos en una calle con suficiente pendiente para hacer nuestras particulares carreras para ver quien llegaba primero al final, huelga decir que mas de uno en su afán por llegar primero,se trastabillaba y daba con sus huesos en el suelo.

Como es de suponer el fútbol ya tenia también por esos años nuestras preferencias, pero había una dificultad añadida, nadie entonces sabia lo que era un balón propiamente dicho, se hacia con papel, trapos, o cualquier material que encontrásemos y los uníamos con cuerdas, allá que íbamos a las eras, un lugar en el campo empedrado, echo para el fin de trillar las mieses en Agosto, las porterías eran algo surrealistas, pues se componían de un jersey, la merienda, la cartera del colegio o cualquier cosa que sirviese para el momento encima de una piedra, el que pasase la pelota entre los tres palos imaginarios, era cosa de grandes disputas, pero nada comparado con las faltas que nos hacíamos, me río yo ahora cuando sacan tarjetas rojas en los encuentros de fútbol, por esos motivos creo que a nosotros se nos habrían acabado hasta los colores del arco iris en cuanto a tarjetas se refiere.

Siguiendo en este orden, no podría por menos que relatar un ¡¡durisimo!! juego-deporte que practicábamos, quizá la palabra deporte se quede un poco corta, yo le llamaría locura colectiva, se trataba ni mas ni menos, que el descenso en patín, ¡¡ojo!! no patín como ahora se entiende, si no como nosotros lo concebíamos. En primer lugar había que fabricarse el llamado patín, que consistía en una tabla, a la que previamente le habíamos puesto por la parte que iba hacia el suelo dos travesaños de madera, con la parte que sobresalía un tanto mas pequeña, a la cual adosábamos unos cojinetes de acero con bolas que nos “agenciábamos” de los desguaces, (principalmente de los talleres Tudela). En el travesaño que iba en la parte delantera se le practicaba un agujero en el centro para poder pasar un clavo, tornillo, o lo que pudiésemos poner para hacer de guía. Y de tal guisa nos deslizábamos por las calles -mas o menos asfaltadas-. Como anteriormente decía de otros juegos, rara era la vez que no rodábamos antes que el susodicho patinete llegase a su destino, dando volteretas en el aire y aterrizando en algún que otro cenagal.

Podría extenderme tanto como mi imaginación y memoria me permitirían, pero doy por sentado que, la mayoría de los lectores se acordarán de la variedad de juegos que en esos tiempos practicábamos, a saber entre otros: El burro, el tranco, los tirachinas, el pañuelo (gran carrera de los 60 metros de ida y vuelta), el tranco, las canicas, la peonza, etc.

Y no quisiera desde aquí pecar de machista, ya que también las chicas tenían sus peculiares juegos, que aunque yo no los practicaba los recuerdo: La cuerda, el tócale con su tiza pintada en el suelo, la comba, el tula, la gallinita ciega, el corro de la patata y tantos otros que no recuerdo sus nombres.

Ahora, a esto que nosotros hacíamos como cosa habitual le llaman deportes de riesgo, ¡¡que grandes deportistas se perdió España en esos tiempos!!, aunque es comprensible, ya que los únicos ojeadores que habían los utilizaban para ahuyentar perdices, y escopeta en mano, los pobres animalitos caían rodando a los pies de los que nunca se les ocurrió otra cosa que, expansionarse matando aves asustadas y no pensar en la juventud.

Parodiando a nuestro querido Forges. ¡¡País!!

domingo, 4 de diciembre de 2011

A LOS JOVENES DE TODOS LOS PUEBLOS DE ESPAÑA

A LA JUVENTUD DE SANTA CRUZ.........Y DE TANTOS PUEBLOS DE ESPAÑA

Santacruceños jóvenes: Esto va dirigido a vosotros, los que sois el futuro, y algunos….. ya el presente, quiero haceros llegar un mensaje, desde la distancia que me separa de vosotros,…. no en vano, me acerco a los 62 años, y la vida que he vivido, creo que me da un margen de experiencia para decir lo que a continuación os expongo.

Nunca dejéis de seguir las tradiciones de vuestros mayores, pensad por un momento que todo lo que ahora poseéis, ha sido gracias al esfuerzo, las penurias y las amarguras que tuvieron que pasar las generaciones anteriores a las vuestras.

No miréis con recelo a esas personas mayores que os cruzáis por la calle del pueblo, -y que en la mayoría de los casos no os entienden-, pensad que ellos no lo tuvieron tan fácil, y que en algunos casos, aún les queda el fantasma de la guerra y…. El HAMBRE, si, hambre con mayúsculas, que tuvieron que soportar, pero que gracias a la perseverancia y el trabajo diario de estas personas, sin vacaciones, sin fines de semana, (los sábados también se trabajaba, y en algunos casos, los domingos), aparte de ir a misa -cosa obligatoria-, había que hacer alguna chapuza para sacar adelante la familia, ahora podemos disfrutar, -mejor dicho-, ¡¡podéis disfrutar!! de esto que se ha dado en llamar, el Estado del Bienestar.

No os pido que os pongáis de rodillas delante de estas personas, ni que les hagáis reverencias como a Dioses del Olimpo, pero si que seáis capaces de ver en ellos, a esos seres que un día, dieron todo porque nuestros pueblos disfruten ahora de esta Paz, y de que todos podamos tener las mismas oportunidades. Haced oídos sordos a las personas que traten de seguir con viejas rencillas, vosotros los jóvenes, debéis ser esa fuente donde todos podamos mirarnos en vuestras aguas claras y cristalinas.

Haced como que no escucháis las protestas de vuestras músicas, de vuestra manera de vestir, y de divertiros, -ellos también lo hicieron con su anterior generación- dejadles el mejor sitio en la acera, para que cuando haga sol les de la sombra, y cuando veáis que alguno desfallece, ofrecerle vuestro brazo para apoyarse.

Aunque a veces, con un simple saludo seguro que les haréis felices, pensad que siempre se quedaran diciendo para si, -no sé quien es el muchacho/a, pero si que está bien educado-, y trataran de sacaros parentescos, y esa mañana o tarde, caminaran felices porque pensaran, en mi pueblo, la gente joven sigue siendo educada, y respeta a sus mayores.

Tened por seguro, que haréis mas agradables esos días que aún les queden por vivir en su querido pueblo, y tened también por seguro que, cuando vosotros lleguéis a esa edad, también lo agradeceréis.

Nunca dejéis que se pierdan las tradiciones y la buena educación, por mucho que la vida avance, -algo que por otra parte es natural-, tened presente siempre la historia. Respetad, y seréis respetados, pues sabido es que: El pueblo que olvida su historia, está condenado a repetirla.

domingo, 27 de noviembre de 2011

EN RECUERDO DE MI ABUELO

El Tic-Tac de un Reloj

Mi abuelo materno, Raimundo de la Rubia, conocido como “El Puga” tenia un reloj de bolsillo, desde muy pequeño me embelesaba escuchando el tic-tac del reloj de mi abuelo, el con sus manos sarmentosas y llenas de callos de tanto trabajar me lo arrimaba a la oreja y me preguntaba, ¿que dice? y yo siempre le contestaba lo mismo, Pepe, Pepe, Pepe.

Tanto es así, que a la familia dejó dicho, el día que yo muera, el reloj será para mi nieto Pepe. Y así se hizo y se cumplió, cuando falleció, y a los pocos días reunida la familia, quisieron repartir los pocos enseres que de él habían quedado, alguno de sus hijos quiso quedarse con el reloj, pero ante todos se dejó escuchar la voz de mi abuela y sentenció, el reloj lo tenia prometido a su nieto, y no seré yo quien incumpla su voluntad. Todos asintieron y me fue entregado lo que para mi era un tesoro y el lazo de unión a mi querido y añorado abuelo. Aún lo conservo, y salvo que ocurra una gran desgracia, será mi hijo el que lo herede después de mi. No sé -ni nunca me ha importado- el valor que pueda tener el citado reloj, nunca me paré a averiguarlo, y sé que rondará el siglo, -si no es que lo ha pasado- , pero el valor real que tiene, es lo que encierra en su vetusta y parada maquinaria, el amor de un abuelo, y eso es mucho mas que cualquier precio que me pudiesen ofrecer.

Aún parada su maquinaria y cuando lo acerco a la oreja, sigo escuchando su tic-tac, quizá sean fantasías mías, pero dentro de ese reloj, aún está el alma de mi querido abuelo.

Fue un gran trabajador, como buen maestro albañil, subido en el andamio de su vida, apisonando tapias que aún perduran en el tiempo. Y como si fuese en sueños, recuerdo su alta y esbelta figura, y sobre todo, su gran mostacho rubio y rizado, por el cual es mas recordado que por sus merecimientos. Tuvo la desgracia un mal día de caerse desde una altura considerable, y aunque no fue en ese accidente en el que falleciese, si que le llevó a estar postrado en una cama siete años, ciego, rotos sus trabajados huesos y afligido, su único consuelo era esperar que llegasen sus nietos a visitarlo. Cuando esto sucedía y alargando su mano cogía la mía me y decía, Pepe, tu primo que vigile a la abuela, y cuando esté en el patio, hurga en los bolsillos de mi chaleco, coge algo de dinero y ve al estanco a comprar un cuarterón de tabaco y papel para liar.

Salíamos alborozados corriendo hasta el estanco de la calle Real del pueblo para hacer el encargo, sabíamos que nuestra recompensa, -además de alguna “perra gorda”-, seria fumarnos un cigarrillo nosotros también. Invariablemente nos decía a la vuelta, sin que se entere la abuela, (que siempre se hacia la desentendida) liarme un cigarrillo, y vosotros haceros uno para cada cual, pero salid a la calle y donde no os vean, os lo fumáis, ya sé que en estos tiempos, en los que la juventud está superprotegida, causarían estragos estas decisiones, y mas que probablemente, a mi abuelo lo hubiesen tildado de corromper a la juventud, pero eran otros tiempos, y lo que hacia feliz a mi abuelo, también a mi me lo contagiaba.

Recuerdo como se reunían los amigos después de una dura jornada de trabajo, y sentados al atardecer, los veranos en la puerta de la casa, y alrededor de la lumbre los inviernos, se enzarzaban en sus tertulias, escanciando de vez en cuando un buen trago de limonada en verano, y de un buen vino tinto en invierno, acompañadas las mas veces con alguna vianda típica de la tierra Manchega que los vio crecer. Nunca tuve constancia de lo que allí se comentaba, pero a buen seguro que sus conversaciones giraban en torno por lo que tanto lucharon en esos tiempos.

Amigos de mi abuelo fueron los llamados en el pueblo, “Los Chuletas”, y en la alfarería en la que tenían en el camino del cementerio mas de una vez se reunieron. Tiempos en los que había lugar para acompañar a los amigos y reunirse sin importarles edad o condición.

Trabajaron duro para conquistar un estado al que ahora añoramos, tener casa propia, trabajar dignamente durante 8 horas y no ser marginados. Estoy seguro que si mi abuelo levantase la cabeza, -como vulgarmente se dice- nos espetaría, ¿que habéis echo? ¿tanto trabajamos para tener dignidad y que nadie nos la quitase?. Estáis presos de los bancos, no tenéis ni tiempo para los amigos, ¿y que decir de la familia?.

Sé que quiso lo mejor para nosotros, no solo el, si no toda su generación, y el resultado a la vista está, ¿que hemos echo mal ?. Dejo la pregunta en el aire, pues seguro estoy, que cada cual tendrá su oportuna respuesta, y peor o mejor, será acertada.

Suena el tic-tac de un reloj, y parece que escuche su propio corazón.


Con todo mi cariño, para ti este recuerdo.





sábado, 19 de noviembre de 2011

PASEO DE OTOÑO EN LAS VIRTUDES




Llegué a Las Virtudes una clara tarde de otoño, me disponía a hacer unas cuantas fotos, ya que es una de mis aficiones preferidas, y he aquí, que me encontré con un paisaje, -que por muchas veces que lo había visto-, me parecía diferente. Había una quietud y una calma, que solo invitaban a pasear y reconciliarse con uno mismo, y así lo hice.

Fui recorriendo las Alamedas tranquilamente, hurgando en mi memoria y reviviendo tiempos pasados, recordaba cuando de jovencito me escapaba del pueblo, y con un libro por toda carga, siempre iba a parar a este remanso de paz, me sentaba apoyado en cualquier árbol y dejaba escapar mi imaginación a través de las hojas que iba leyendo.

Eché la vista hacia atrás y añoré esos tiempos, cuando la candidez se mostraba ante nosotros como un pájaro aleteando dentro de su jaula, esperando que una generosa mano abriese la puerta y nos liberase, dando paso a innumerables aventuras que la vida nos depararía, la vida que creíamos seria la liberación de todos nuestros anhelos.

Cerré los ojos y por un momento se llenaron las Alamedas de risas y gente, eran otros tiempos, que no sé si serian mejores o peores, pero diferentes si que fueron, era el tiempo en que los jovenzuelos, en los que ya despuntaba nuestra incipiente sexualidad, eramos capaces de hacer cualquier cosa con tal de tener cerca alguna de nuestras amigas.

Recuerdo, -entre otros- en el famoso juego de “las prendas”, como no podía ser de otra manera, y ante nuestro candor, nos conformábamos en que si el juego te emparejaba con alguna de las chicas que mentalmente, -ya que de palabra no eramos capaces de decirlo- te gustaba, el corazón te daba un vuelco cuando sentenciaban que debías ir cogido de la mano por todas las Virtudes un mínimo de tiempo, so pena de pagar un almuerzo y lo que era peor, la burla de todos los presentes. Y allí íbamos, cogidos de la mano sin mirarnos, y con la cara, -que mas de un gracioso se volvía para decir-, ¡¡no compres hoy tomates, ya los llevas puestos!! .

Que días de San Marcos tan maravillosos, cada cual con su mochila de “nueva generación” y dentro, unos jugosos bocadillos, -que a pesar de que nuestras madres se resistían a concedernos la gracia de ir solos-, claudicaban, y con todo el amor que siempre nos demostraron, los preparaban con todo esmero, y por supuesto, no podía faltar el Hornazo en la mochila.

Cada cual tenia su “pandilla” particular, y creo que sin exagerar, todos creíamos que la nuestra era la mejor, pero dentro de esas pequeñas disputas, por despuntar de los demás, jamás hubo grandes encontronazos entre nosotros, volvíamos cantando al pueblo y casi siempre en el coche de San Fernando, ya sabéis, -unos ratos a pie, y otros andando- , pero con el firme propósito de que al año siguiente, seria mucho mejor.

Volví a abrir los ojos y me encontré de nuevo solo en la Alameda, me acompañaban los trinos de las muchas aves que allí residen, y que en esta época del año, tienen por costumbre irse antes al calor de sus nidos, bebí agua en el Pilar y sus aguas me devolvieron mi figura actual, no tuve por menos que sonreír, ¡¡cuanto hemos cambiado desde entonces!!, pero hay una cosa que jamás ha cambiado, y ha sido mantener la ilusión de ese niño que corría por las Alamedas, quiero seguir así siempre, quiero seguir teniendo intacta la ilusión del niño que todos llevamos dentro.

Cargue de nuevo la cámara de fotos, y seguí mi particular paseo de otoño por Las Virtudes, atardecía, y quería dejar impresa, -no solo en mi cámara-, si no también en mi mente, esos momentos maravillosos que nos brinda la vida, y que ahora, después de mucho navegar por los senderos de la vida, se valorar mas.

Atardeceres de otoño bañados en oro
días de lluvia de hogares encendidos
árboles que se despojan de su manto veraniego
esperando impasibles los rigores del crudo invierno

Sombras de un ayer me recuerdan estos días
sin poder salir a la calle para mostrar mis alegrías
ojos que miraban una cercana reguera
ríos que soñaba en que se convertirían

Barcos de papel mojado, zarandeado y a la deriva
mi caudal de ilusiones intacto, de niñez que un día
llevarían ese barco al Mar, y navegar podría
subirme al mástil, gritar con fuerza ¡¡esta vida es mía!!

Hoy al igual que ayer, sigo creyendo en fantasías
no quiero dejar de soñar, no quiero dejar mi alegría
quiero seguir sintiendo, no quiero melancolías
seguir viendo caer la lluvia, pegado al cristal de la vida

Brincar entre charcos, chapotear hasta empaparme de risas
trazar surcos con el vaho en un cristal, pinceladas de recuerdos
corazones atravesados por saetas de un Cupido imaginario
días de Otoño, días de lluvia, calor de hogar y velas encendidas


José Marín de la Rubia


lunes, 31 de octubre de 2011

A MI PADRE










Sin Reloj

Así he detenido mi corazón y mis pensamientos ante tu tumba.

Se han cumplido cincuenta y un años desde tu muerte. Cincuenta y un  años que no es tiempo. 

Ni siquiera vida. Ni siquiera muerte cuando se ha traspasado el negro azabache de la materia.

Nadie sabe porque mueren los muertos. Yo no sé porqué mueren las personas queridas.

Ahora frente a tu tumba, sólo escucho los recuerdos y el canto verde y vertical de los cipreses.

¡Qué dura la soledad del que se queda!

¡Qué largo e irritante el adiós del que se va!

Solo me queda un consuelo: tu lápida parece un simulacro. Un último folio por escribir. Un espejo en el que resbalan las lágrimas de los que te quisimos.

Una esperanza indestructible sobre la que hoy –cincuenta y un  años después- he dejado caer el temblor de un sentimiento transparente y la rosa cálida de los que te conocimos.

Sin Reloj.

Así he detenido mi corazón y mis pensamientos ante tu tumba.

Siempre te querré, siempre vivirás en mí corazón.


Tu hijo Pepe.


domingo, 30 de octubre de 2011

La Carpintería de Garrandés





Estaba pensando hoy en las cosas tan diferentes que a lo largo de nuestra vida hacemos, y me ha venido a la memoria los múltiples trabajos que tuve que realizar desde mi mas tierna juventud. A saber, y si la memoria no me falla, comencé mi andadura allá por 1959, no es difícil imaginar que era bien precoz para estos menesteres, pero acuciaban los ingresos en el hogar y no había mas remedio que arrimar el hombro en la medida que podía cada miembro de la familia dadas las circunstancias tan precarias que en esos tiempos se atravesaban. Poco pude estudiar, si a estudiar se le puede llamar hacer lo que en esos tiempos denominábamos estudios primarios.

No obstante, la vida me llevó a, quizá la mejor universidad que existe, el trato con las personas y sus quehaceres diarios. De todos los trabajos que realicé se cuentan: Repartidor con carrillo, Botones de casino, Carpintero, Camarero, Empleado de grandes almacenes y Comercial de ventas.

Cada uno de esos trabajos me dejó una huella imborrable, pero si alguno he de destacar, me quedo con el de Carpintero, se preguntará el lector, ¿por qué ese y no otro?, no es que me arrepienta de todos los demás que hice, pero dadas las especiales circunstancias que lo rodearon, a eso me quiero referir, a las personas que tuve el honor y el placer de trabajar y convivir con ellos unos años, y que jamás olvidaré, para ellos -que sé que estarán en el cielo- va dedicado mi humilde homenaje.

LA CARPINTERÍA DE GARRANDÉS

La Carpintería de Garrandés, o como se conocía en el pueblo, “los Garrandeses”, estaba regida por el Sr. Garrandés padre y sus dos hijos, Vicente y Jeromín. Cada cual con sus peculiaridades, pero modélicos en el trabajo y en el trato humano.

Estaba ubicada en la calle Solares, casi rallando con el “Royo”, cauce medio seco a lo largo de todo el año, aprendiz de riachuelo y hervidero de ratas, que nunca conoció mejores días que alguna riada en las que por su escaso cauce lució unas aguas inmundas. Daban a la citada calle tres puertas pintadas de un rojo tardío, las de las esquinas estaban selladas y la central era la que normalmente usábamos para entrar y salir personas o mercancías.

Si de reconstruir mentalmente como estaba el entramado de máquinas, no tengo la menor duda, pero seria muy exhaustivo para el lector, y probablemente el tedio asomaría a sus ojos antes de terminar mi pequeño relato, eso si, no pasaré por alto el lujo que suponía estar trabajando y contemplar un hermoso y gran patio, con un pozo, cuajado de ciruelos, membrillos y plantas de flores variadas, que con mimo y esmero la Sra. de Garrandes se afanaba por tener bien cuidado, y a fe que lo conseguía.

Aún tengo impregnado en mi nariz los olores tan variados, en primavera se mezclaba el aroma de las flores con el de madera recién cortada, y en los crudos inviernos, cuando nos tocaba llenar la estufa de serrín, para paliar el frío que se nos colaba por las rendijas de nuestros escasos pantalones de pana, para así dar esquinazo a los crudos inviernos.

Como trabajo artesanal que se preciase, a las diez de la mañana las máquinas se paralizaban, y cada cual echaba mano a su correspondiente almuerzo, no podíamos por menos que claudicar ante una buena plancha, que previamente se disponía encima de la estufa para tal fin, con unas buenas sardinas o en su caso, unas “chullas” de panceta que hacían las delicias del paladar mas exigente, que a la vez que daban las energías suficientes para seguir realizando la labor, hacían olvidar que fuera del recinto hacia un frío que “pelaba”.

Bueno, después de hacer este breve y somero entrante de lo que la carpintería en si era, paso a describir, -y siempre bajo mi punto de vista- a las personas, que a la postre son los que -entre otros- mas influyeron en mi devenir con los años.

Como es de esperar, en primer lugar estaba Don Jerónimo, ya que para mi, aún sin lucir el consabido diploma encuadrado en que atestiguase tal merecimiento, era un señor de los pies a la cabeza, y no ya porque luciese siempre un sombreo de ala, uno para el trabajo, y otro que usaba de fieltro gris para ir al casino por las noches, con su terna impecable de traje, chaleco, zapatos lustrosos y abrigo, sino por su porte y caballerosidad y la sencillez con la que hacia y decía las cosas, siempre atento a rectificar alguna acción que no estaba bien echa, con la cualidad de quien se sabe responsable y al mismo tiempo mentor de los que allí participábamos en el cotidiano trabajo.

Suyo es el honor de que aprendiese a mantener la boca cerrada antes que decir sandeces, la puntualidad y el respeto a las personas y a sus trabajos.

Después estaba Jeromín, con su gorra de corta visera siempre calada, que a pesar de tener una tara en una pierna, mas concretamente la rotula le impedía doblar la pierna y siempre la tenia estirada, no solo hacia burla de su cojera, si no que trabajar con el codo con codo me enseñó a reírme hasta de mi propia sombra, trabajador como nadie y respetuoso hacia su padre hasta límites insospechados en estos días, de echo, nunca fumaba delante de su padre, no por miedo a que lo reprimiese, si no porque entendía que le debía un respeto como persona al mando de esa nave que tan bien manejaba. Suyo también es el merito de que me aficionase a dar caza a los incautos pajaritos que tenían la osadía de posarse cerca de donde estábamos trabajando, para tal fin siempre teníamos al lado la “escopetilla” de balines cargada y a punto, hice mis primeras practicas allí, y mas de un ratoncillo, que se intentaba esconder entre los tablones, desde su cielo se acordará de mi, ya que por mi causa estará tocando la lira desde hace años. En cuanto al trabajo que realizábamos los dos, como no recordarlo, al margen de la sierra, la devastadora y las herramientas que me enseñó a manejar con paciencia infinita, había en una de la naves laterales una fresadora de madera inventada por el, sentados uno frente al otro y en medio el artilugio con una plataforma en la que íbamos “redondeando” las piezas de madera para los mangos de los cuchillos que se hacían para la fabrica de “Las Sartenes” y haciendo apuestas para ver quien de los dos hacia mas piezas en el tiempo que estipulábamos.

Por último estaba Vicente, que, aunque el trabajaba en la mencionada fabrica de las Sartenes, venia por las tardes a seguir trabajando en el negocio familiar. Vicente para mi era algo especial, tenia un don que pocas personas que he conocido a lo largo de mi vida lo han tenido. Me enseñó a que las cosas hechas con prisas nunca son buenas consejeras, hablaba con calma, pausado, y si en algo yo fallaba, (más de lo que yo quería) no le daba importancia, me decía que volviese a repetirlo tranquilamente, jamás lo vi alterado por ninguna causa, amaba su trabajo y a su familia, tengo grabada su imagen, sobre todo cuando hacíamos los cajones de madera donde se embalaban los famosos cuchillos Krone, era ambidextro, y yo me quedaba anonadado de ver que, cuando se cansaba de amartillar con una mano, se cambiaba a la otra y seguía impertérrito metiendo los clavos del 10 de un solo golpe. Tenia una predilección por mi hasta tal punto que su empeño era en prepararme concienzudamente para entrar a trabajar en la fabrica en la que era el Oficial de la carpintería.

No quisiera terminar este somero relato sin acordarme de sus mas inmediatos familiares, y aunque con todos nos unía algo mas que un trabajo, las hijas de Vicente, y su dulce esposa, hacían que cuando aparecían por la carpintería cobrase todo una luz distinta y se escuchasen risas propias de jovencitas alegres. O de las celebradas noches en que todos nos quedábamos para hacer, después de la recogida del Membrillo la famosa carne de la fruta mencionada, era noche especial, de familia, que a pesar de no ser yo miembro de derecho, me sentía igualmente aceptado.

Y como en todas las familias o grupos de personas, siempre hay a quien mas afín eres, para mi particularmente, siempre he tenido un trato especial con las hijas de Vicente, que heredaron las cualidades de sus progenitores, honradez, sencillez, honestidad, trabajadoras y por encima de todo, respetuosas con las personas, a ellas también va dirigido éste pequeño homenaje.

Serpentinas de madera marcaron mi juventud
aprendiz de carpintero, aprendiz de persona
se tallaron en la madera de mi memoria
virutas de tiempo, poso adormecido

Sierras, cepillos y garlopas en mis manos
serrín que yace en los suelos olvidados
tablones, listones, escoplos y martillos oxidados
esperando como un Lázaro, que sigan andando.



José Marín de la Rubia






















martes, 18 de octubre de 2011

UNA SEMANA SANTA ESPECIAL

Hoy os quiero contar, una Semana Santa en Santa Cruz de Mudela que para mi fue especial, no recuerdo bien el año, pero debería rondar allá entre 1955-1957.

Yo por aquel entonces ejercía de acólito (en sentido coloquial, monaguillo).Terminados los Santos Oficios de aquel Jueves Santo, siendo Párroco Don Antonio Moreno Maroto, se hicieron los consiguientes preparativos para la procesión.

Y he aquí la gran sorpresa que todos los que estábamos allí nos llevamos, hizo su aparición en la Iglesia un joven de unos 30 años vestido con la túnica de nazareno, el pelo largo y barba rala, que al igual que lo hubiesen sacado de una estampa, era lo mas parecido a Jesucristo.

No traía calzado, y en las manos unas gruesas cadenas de hierro, con las que dijo quería llevarlas atadas a los pies. Su intención era cumplir una promesa echa, y después de un tira y afloja entre esta persona y sus familiares con el Párroco (el cual se negaba) expuso lo que iba a hacer. Saldría de la Iglesia detrás del Nazareno, descalzo, con las cadenas antes mencionadas puestas en los tobillos, y con la Cruz maciza a sus hombros durante todo el recorrido.

Casi todos pensaban que era algo imposible, que una penitencia así, seria muy dura de sobrellevar, y dudaban que pudiese cumplirla sin antes desfallecer, pero nunca se sabrá que fuerza sobrenatural lo llevó a realizarlo.

Fui como dije, testigo de primera línea, lo vi salir en la procesión, y dada mi especial condición de monaguillo, pude seguir todo el recorrido, haciendo viajes desde la cabecera de la procesión, hasta donde iba el penitente.

Aún parece que escucho el tintineo de las cadenas sobre las piedras al arrastrarse, y su cara de padecimiento.

Cayo al suelo varias veces, intentaron persuadirle, pero con gesto de dolor, pero al mismo tiempo decidido, siguió su particular penitencia, momentos antes de terminar la procesión, me adelante hacia el interior de la Iglesia, no sé si seria mi inocencia infantil, o acaso mi asombro ante tan descomunal tarea que se había impuesto, pero quería ver de cerca, como terminaba ese particular Vía Crucis.

Llegado al final del recorrido, quiso entrar hasta el altar, para allí depositar la Cruz, pero ahora si que ya no se lo consintieron, se la arrebataron de sus manos, y así, dando verdaderas muestras de fallecimiento, y apoyado en sus familiares, fue a postrarse hasta el altar.

Allí le esperaba el Párroco, Don Antonio, que con lagrimas en los ojos, (creo que es la única vez que le vi llorar) le dijo, ya está bien hijo mío, en verdad que cualquier pecado que hayas cometido, o agradecimiento que demostrar, lo has cumplido sobradamente. Y a continuación, el penitente fue sacado por sus familiares y llevado a su casa.

No sé, ni nunca supe quien era esta persona, ni sé si alguien lo recordará. Ni lo que llevo a este hombre a realizar dicho acto, pero de lo que si estoy seguro es, que desde ese día, le di más valor al ser humano, capaz de realizar si se lo propone, los actos más altruistas, por mucho dolor que esto conlleve.
 

Si le sirvió de algo a esta persona, tanto a nivel divino como humano, tampoco lo sabré, pero estoy completamente convencido que, tanto a él, como a cualquier persona, cualquier empresa, por muy lacerante y dura que sea, es posible llevarla a cabo cuando uno tiene fe en lo que hace.

José Marín de la Rubia

domingo, 9 de octubre de 2011

Santacruceño Ausente





Hoy quisiera resumiros, -y al mismo tiempo recordar- el encuentro que tuvimos en el año 2004 los Santacruceños que vivimos desde hace tiempo fuera del pueblo.

El día fué maravilloso, lastima que se haya perdido en el tiempo, como tantas cosas suceden por desgracia en nuestro querido pueblo.

Gracias al buen hacer de dos Santacruceños, (nosotros los llamabamos los dos Ángeles) y a las nuevas técnologias, se dio a conocer en Internet la primera página de Santa Cruz de Mudela. Y gracias a estos dos buenos paisanos y amigos, hete aquí que nos pudimos reencontrar personas que desde hacia muchisimos años no teniamos ni idea donde pararian en su caminar, no solo por la piel de Toro, sino por todo el Orbe, nos reencontramos.

Fuimos redescubriendonos, y así llegó la primera “kedada” -como ahora se dice-. Este echo ocurrio allá por Marzo del 2004, fuimos solo unos cuantos, y a fé que lo pasamos bien, alrededor de buena mesa y mantel, recordando historias, añorando tiempos pasados, pero con la total y segura confianza de que no se quedaria en solo eso, un mero encuentro. Le pusimos ganas y empeño y fructificó, ese mismo año ya conseguimos reunirnos alrededor de 40 personas, que como bien decia unos de los Ángeles, “los de la Diaspora”. Y como no podia ser de otra manera, se celebró el día 8 de Septiembre de 2004.

El acto se centró en la casa de la Despensa, marco inigualable para el fin que pretendiamos. Se hicieron discursos, tanto por el Alcalde como por los que previamente habiamos quedado. No tengo por menos que decir que fueron discursos emotivos desde las dos partes, yo aporté mi granito de arena en forma de poesía, la cual me la incluyeron en el programa de fiestas de ese año, no lo digo por falsa modestia, solo aporté lo que podia y mi corazón me dictaba, eso si, no fuí capaz de leerla en público, ya que por mas que lo intenté en mi mas estricta intimidad, se me cortaba el habla haciendoseme un nudo en la garganta, así que eché mano de mi hermano mayor, que también estaba y cerró el acto recitando la poesía.

Despues de estos actos nos encaminamos a la Ermita para dar las gracias a nuestra Patrona la Virgen de las Virtudes. Con nuestros pañuelos de “hierbas” con el escudo de Santa Cruz recién impuestos por el Alcalde y el orgullo a flor de piel de ser un Santacruceño mas aunque estemos lejos del pueblo. Y como merecia la ocasión, -y previamente habiamos acordado y reservado-, nos unimos en una comida de hermandad de los que nos habiamos reunido en ese acto único, y espero que no irrepetible.

A buen seguro que más de uno al antiguo Alcalde Sr. Aranda no le traerá buenos recuerdos, pero al contrario de nosotros, fué el único que nos apoyó, y gracias a él y al esfuerzo de nuestros amigos en el pueblo, se pudo realizar un acto tan singular y jamás hecho en Santa Cruz de Mudela, en recuerdo a los que tuvieron que hacer las maletas y marchar del pueblo por motivos variados, y que bien mereceria la pena volver a intentarlo, ya que no solo se consiguió unir -mas si cabe- los lazos de unión de unos paisanos que aman a su pueblo aunque estén lejos, y siempre lo llevan por bandera allá por donde estén, sino que también se demostró que, aún viviendo lejos se pueden -y deben- apotar ídeas para mejorar no solo el bienestar del pueblo, sino para la convivencia entre paisanos, y que a buen seguro redundará en beneficio de las personas.
Os dejo a continuación mi modesta aportación que en su día hice en forma de poesía a los que tuvieron que abandonar el pueblo.

Pepe

EL ALBA DE UN SANTACRUCEÑO


Agosto amanece, cantan las cigarras,
campos de trigo, camisas sudadas.

El rudo trabajo, no alegra tu cara,
pero cuando llega el alba, de nuevo coges la azada.

Cargas tus mulos y animas el alma,
tu esposa aún dormita, tu niño descansa.

Jornalero del campo, pero con el alma clara,
que esperas que un día, te llegue tu alba.

Pero pasan los días y no se vislumbra nada,
recapacitas en tus largas horas, que no hay que hacer nada.

En una noche estrellada, triste lo cuentas, y no solo con la almohada,
lo haces con tu esposa, que calla y no dice nada.

Aunque de sus dulces ojos, se asoman unas lágrimas,
hay que dejar el pueblo, -le dices-, aquí ya no hacemos nada.

Y el día que te despides, no lo haces con la boca,
lo haces con el alma.

Adiós pueblo querido,
adiós mi dulce alba.

Cuando podré volver a verte,
quizá, cuando descanse mi alma.

Salgo de Santa Cruz triste, pero con la cabeza bien alta,
allá donde los pasos me lleven, yo te llevaré en el alma.

Y que la Virgen de las Virtudes me asista, si no he de volver a ver más…… mi alba



Dedicado a todos los Santacruceños que por diversas razones tuvieron que abandonar el pueblo, aunque callen…….. y no digan nada.




Autor: José Marín de la Rubia