Hoy en día España es uno de los Países que mas triunfos han logrado en distintas modalidades de deportes, lo cual nos enorgullece evidentemente, pero no es de los deportes que hoy en día se practican los que quería comentar.
Quisiera que conmigo os trasportéis a través del tiempo, (los que estén mas o menos en mi edad), los mas jóvenes, quiero que hagan un esfuerzo de imaginación, y se auto trasladen también a esos años. No intento rememorar aquí la famosa serie de T.V. “Cuéntame”, para esos menesteres ya hay suficientes guionistas y asesores que cuentan con mas posibilidades que este humilde servidor.
Me quiero referir a, como en esos años los que entonces eramos tiernos infantes nos las ingeniábamos para pasar el rato, hacer deporte, ¿sabíamos que era esa palabra? y de paso poner un nudo en la garganta a nuestros progenitores cada vez que al anochecer volvíamos a casa para el sustento de la ansiada cena, nos miraban de arriba abajo buscando arañazos u otras lindezas con las que solíamos regresar.
Malo era que tuviésemos los consabidos arañazos o chichones, pues estos eran en ese tiempo de la menor importancia, se solía decir, ¡¡son cosas de críos!! y ahí se quedaba todo, un poco de alcohol en vivo, unas tiras de esparadrapo y algún que otro pescozón que se escapaba mientras nos curaban las heridas de “guerra”. Pero amigos, como vinieses con alguna de las prendas de vestir, -la mayoría de las veces heredadas de nuestros hermanos mayores- destrozadas, ahí si que se podía liar la marimorena, el mal menor que te podía ocurrir es que sentenciaran, ¡¡esta noche escucharás a los Angelitos cantar!!, que dicho en jerga coloquial y para los que no estén acostumbrados al léxico que por aquellos tiempos discurrían, era tanto como decir, esta noche te vas a la cama sin cenar, y aún y así, dábamos gracias como un mal menor, ya que lo normal, es que nuestros progenitores, blandiendo zapatilla en mano, diesen algún disgusto a nuestras humildes posaderas por haber destrozado la indumentaria que tan difícil era de conseguir.
Creo que muchos de nosotros nos acordaremos de esos juegos que utilizábamos, y que ahora solo cabría pensar que, o estamos exagerando en demasía, o lo achacamos a ciencia ficción.
Pues no, fueron reales, y casi me atrevería a decir que nos ayudaron a ser mas eficientes en la vida y sobrellevar el sufrimiento como algo natural, sin necesidad de acudir a profesionales de la Psicología .
Comenzaré por algo tan simple como el juego del aro, juego habitual de todos los barrios, en el cual se utilizaba, o bien un aro de metal, -los que menos-, o un aro de madera, que casi siempre era del mismo proceder, de las cajas de arenques que retiraban de las tiendas de “ultramarinos”, ya que eran de madera, redondas y con una grapa que unía la parte superior e inferior, así, con una horquilla, o con la misma mano, nos poníamos en una calle con suficiente pendiente para hacer nuestras particulares carreras para ver quien llegaba primero al final, huelga decir que mas de uno en su afán por llegar primero,se trastabillaba y daba con sus huesos en el suelo.
Como es de suponer el fútbol ya tenia también por esos años nuestras preferencias, pero había una dificultad añadida, nadie entonces sabia lo que era un balón propiamente dicho, se hacia con papel, trapos, o cualquier material que encontrásemos y los uníamos con cuerdas, allá que íbamos a las eras, un lugar en el campo empedrado, echo para el fin de trillar las mieses en Agosto, las porterías eran algo surrealistas, pues se componían de un jersey, la merienda, la cartera del colegio o cualquier cosa que sirviese para el momento encima de una piedra, el que pasase la pelota entre los tres palos imaginarios, era cosa de grandes disputas, pero nada comparado con las faltas que nos hacíamos, me río yo ahora cuando sacan tarjetas rojas en los encuentros de fútbol, por esos motivos creo que a nosotros se nos habrían acabado hasta los colores del arco iris en cuanto a tarjetas se refiere.
Siguiendo en este orden, no podría por menos que relatar un ¡¡durisimo!! juego-deporte que practicábamos, quizá la palabra deporte se quede un poco corta, yo le llamaría locura colectiva, se trataba ni mas ni menos, que el descenso en patín, ¡¡ojo!! no patín como ahora se entiende, si no como nosotros lo concebíamos. En primer lugar había que fabricarse el llamado patín, que consistía en una tabla, a la que previamente le habíamos puesto por la parte que iba hacia el suelo dos travesaños de madera, con la parte que sobresalía un tanto mas pequeña, a la cual adosábamos unos cojinetes de acero con bolas que nos “agenciábamos” de los desguaces, (principalmente de los talleres Tudela). En el travesaño que iba en la parte delantera se le practicaba un agujero en el centro para poder pasar un clavo, tornillo, o lo que pudiésemos poner para hacer de guía. Y de tal guisa nos deslizábamos por las calles -mas o menos asfaltadas-. Como anteriormente decía de otros juegos, rara era la vez que no rodábamos antes que el susodicho patinete llegase a su destino, dando volteretas en el aire y aterrizando en algún que otro cenagal.
Podría extenderme tanto como mi imaginación y memoria me permitirían, pero doy por sentado que, la mayoría de los lectores se acordarán de la variedad de juegos que en esos tiempos practicábamos, a saber entre otros: El burro, el tranco, los tirachinas, el pañuelo (gran carrera de los 60 metros de ida y vuelta), el tranco, las canicas, la peonza, etc.
Y no quisiera desde aquí pecar de machista, ya que también las chicas tenían sus peculiares juegos, que aunque yo no los practicaba los recuerdo: La cuerda, el tócale con su tiza pintada en el suelo, la comba, el tula, la gallinita ciega, el corro de la patata y tantos otros que no recuerdo sus nombres.
Ahora, a esto que nosotros hacíamos como cosa habitual le llaman deportes de riesgo, ¡¡que grandes deportistas se perdió España en esos tiempos!!, aunque es comprensible, ya que los únicos ojeadores que habían los utilizaban para ahuyentar perdices, y escopeta en mano, los pobres animalitos caían rodando a los pies de los que nunca se les ocurrió otra cosa que, expansionarse matando aves asustadas y no pensar en la juventud.
Parodiando a nuestro querido Forges. ¡¡País!!