Salvo en contadas personas, ¿a
quién no le gusta saborear un buen vino?, estaréis de acuerdo conmigo que a
pocas.
Pero cuando llega ese inmenso
placer de saborear y llevarse al coleto ese buen trago del caldo de la tierra,
todos coincidimos en que la bodega ha hecho un gran trabajo, y como tal lo
alabamos y no escatimamos elogios de su buen hacer.
Algo que por otra parte es la
verdad, hoy en día hay Enólogos muy preparados en toda nuestra ajada piel de
toro.
Todo para nuestro deleite, y de
paso, engrandecer, -en tiempos no muy lejanos- la vilipendiada marca de vinos
Españoles, como ramplones, simples y peleones.
Hoy los vinos Españoles triunfan
en todo el mundo gracias al buen hacer de este gran colectivo vitivinícola.
Pero sin restar ni un ápice de mérito a las bodegas, que por derecho tienen, y
que han logrado este milagro, hay un gran colectivo dentro de esa cadena a la
que ahora no se le da tanta importancia como han tenido y tienen, me refiero ni
más ni menos que a los vendimiadores.
Sabemos que no corren los tiempos
de antaño, en que las condiciones del vendimiador eran penosas, pero aún y así,
y por muchos adelantos -que sin lugar a dudas se han dado- los vendimiadores son el último eslabón en la
cadena de producción, cuando en realidad es el primero.
Pero, ¿quién se acuerda a la hora
de pasar el trago por el gaznate de esos trabajadores?
Gente abnegada, que por un
salario -a veces escuálido- con todo mimo y cariño van arrancando de las cepas
esos racimos de uvas, las que después irán a parar a las tolvas para hacer ese
mosto, que con el tiempo fermentará, degustaremos y aplaudiremos.
Si hacemos un esfuerzo mental, y
nos retrotraemos pocos años atrás, poco
nos costaría visualizar en nuestras mentes a esos vendimiadores, siempre con el
cuerpo encorvado, las manos llagadas y el sudor en la frente.
Mientras saboreo un buen vino
tinto, denominación de origen Valdepeñas, y de la variedad de uva Tempranillo,
he querido hacer este pequeño homenaje, y a todas luces corto para lo que se
merecen, a todos los vendimiadores de España, que fieles a sus principios, y a
los que les dicten, ponen todo el empeño y trabajo en recoger esos millones de
toneladas de uva para que personas como yo, puedan deleitarse en saborear esos
grandes caldos que la tierra nos da, y que ellos, desde su anonimato y su
humildad nos la hacen llegar.
Desde aquí, hago un brindis por ellos para
que no caigan en el olvido.