Hola amigos: Hace unos días he podido leer en el Blog de nuestro paisano Mauro como se hacia eco de la calle Real de nuestro pueblo, y bien que nos gustó a todos.
Mi intención es, y al filo de lo que el había escrito, poner un pequeño articulo que hizo mi hermano Manuel hace ya algunos años sobre la citada calle.
No es que quiera desprestigiar a Mauro sobre lo que escribió ¡¡ nada mas lejos de lo que se pueda pensar !!, sino todo lo contrario, viene a ser un complemento a lo que el muy acertadamente escribió.
Todos sabemos, -salvando las distancias en el tiempo- lo que esa calle representó para muchos, que para mi, aunque sea solo en mi calenturienta mente, se le debería devolver al nombre original, y si me apuran, en vez de llamarle calle, le pondría Avenida.
Todos los que de allí somo sabemos que cuando nos queremos dar cita en esa famosa calle, nadie dice, ¡¡ quedamos en la calle Cervantes !! tendemos siempre a decir lo clásico, ¡¡ nos vemos en la calle Real !!.
Y ya sin mas preámbulos paso a copiar y pegar el pequeño, pero a la vez interesante, que escribió mi hermano sobre la citada calle.
Espero que os guste tanto como a mi me agradó en su momento.
Calle
“Real” (actualmente Cervantes), ¿quien no recuerda esta calle tan emblemática
de nuestro pueblo?
Me imagino que en casi todas partes había un lugar semejante, pero creo que como nuestra calle real, ¡ni hablar!
Cuantos recuerdos nos trae a la memoria este singular paseo, que se hacía, principalmente, desde la esquina de “Mejía” hasta la esquina del Ayuntamiento. Como nosotros decíamos, sacando agua de la noria, paseo arriba y abajo, una y otra vez, sin cansarnos.
Charlábamos los amigos, repasábamos lo acontecido en la semana, ya que el paseo se hacía los Domingos, y hacíamos propuestas para los días siguientes, se comentaban una y mil cosas y así se pasaba la tarde-noche. Cuando nos cansábamos era obligado el paso a algunos de los bares que en el trayecto había, El Botas, La Campana.....y quizá algún otro que no recuerdo, donde, como solíamos decir, repostábamos con algún que otro “chato” de vino”, pues era lo que se llevaba entonces, no obstante ya se empezaba a tomar más asiduamente cerveza y la famosa “persi cola”, que decían algunos, y algún que otro “cuba libre”, supongo que en honor a la liberación de Cuba por Fidel Castro.
También era frecuente pasar a la confitería de Atanasio Arenas, donde podías degustar los deliciosos pasteles que hacían, regados con alguna que otra “copilla” de anís, coñac o menta.
Cuando se hacía tarde, nos aprovisionábamos de los clásicos frutos secos, pipas, cacahuetes, “garbanzos torraos” y otros, en los puestos que estaban al efecto (la Sra. Segunda y algún que otro más), para acto seguido marchar al cine de Antonio Laguna, que en un principio estaba más abajo del Casino o Círculo del Recreo. Llegábamos con nuestra entrada que controlaba el portero, un poco serio, pero eficaz y cumplidor de su misión, Eladio Quero (creo que era artesano navajero). Que cantidad de “pelis” nos habremos visto en aquella vetusta sala de cine que posteriormente se trasladó al que hicieron nuevo al final de la calle San Sebastián, y también al de Ladislao (el patito, con perdón) al principio de la calle real, tanto el de invierno como el de verano.
Pero había otra razón, y quizás la más poderosa, para acudir a este paseo dominical, y de otras fiestas, y era ¡¡ como no! ! el echar el “ojo” a las chicas que por allí paseaban formando pequeños grupos al igual que los chicos. Cuantas relaciones no habrán salido de los paseos por esta calle. Allí se “echaban” los primeros piropos, se hacían conjeturas tales como: “esa me gusta, pues aquella otra no te la pierdas de vista, ¡¡anda pues si esta que viene por aquí es la hermana de fulano de tal !!, y una vez hecha la pre-selección nos tirábamos al ruedo, unas veces con más suerte que otra, hasta que por fin caíamos en las redes del amor, asaetados por el Cupido de turno.
Es de suponer, -como a mi me pasó-, que mas de uno de nosotros/as encontró en el paseo su media naranja, o al menos lo intentó, pues como no existían todavía las “Discotecas” u otros recintos apropiados para estos menesteres, echábamos mano a lo clásico, “ojeo, ánimo y.........al abordaje, aunque en muchas ocasiones había que echar más de una vez las redes, pues no siempre el “merluzo” era del agrado de la “pescaora”, pues en definitiva era quien tenía siempre la última palabra (yo creo que casi como ahora).
Mi caso, como antes he apuntado, en esta Real calle me enamoré, y el día de nuestra boda la paseamos andando hasta el salón de “Coronado”, que era donde se celebraban las bodas, así que los recuerdos que de ella tengo son más que gratos.
Aunque no se puede decir que “cualquier tiempo pasado fue mejor”, bien es cierto que “recordar es volver a vivir” y aún estando agradecido a los tiempos que vivimos, queda un regusto de todas esas vivencias que no hay pócima milagrosa que los haga desvanecer por mucho tiempo que pase. También es verdad que los años de adolescencia y primera juventud se suelen vivir con intensidad en cualquier época y, salvo excepciones, todo lo que se recuerda de ellos es bueno.
Un abrazo para todos.
Manolo Marín
Me imagino que en casi todas partes había un lugar semejante, pero creo que como nuestra calle real, ¡ni hablar!
Cuantos recuerdos nos trae a la memoria este singular paseo, que se hacía, principalmente, desde la esquina de “Mejía” hasta la esquina del Ayuntamiento. Como nosotros decíamos, sacando agua de la noria, paseo arriba y abajo, una y otra vez, sin cansarnos.
Charlábamos los amigos, repasábamos lo acontecido en la semana, ya que el paseo se hacía los Domingos, y hacíamos propuestas para los días siguientes, se comentaban una y mil cosas y así se pasaba la tarde-noche. Cuando nos cansábamos era obligado el paso a algunos de los bares que en el trayecto había, El Botas, La Campana.....y quizá algún otro que no recuerdo, donde, como solíamos decir, repostábamos con algún que otro “chato” de vino”, pues era lo que se llevaba entonces, no obstante ya se empezaba a tomar más asiduamente cerveza y la famosa “persi cola”, que decían algunos, y algún que otro “cuba libre”, supongo que en honor a la liberación de Cuba por Fidel Castro.
También era frecuente pasar a la confitería de Atanasio Arenas, donde podías degustar los deliciosos pasteles que hacían, regados con alguna que otra “copilla” de anís, coñac o menta.
Cuando se hacía tarde, nos aprovisionábamos de los clásicos frutos secos, pipas, cacahuetes, “garbanzos torraos” y otros, en los puestos que estaban al efecto (la Sra. Segunda y algún que otro más), para acto seguido marchar al cine de Antonio Laguna, que en un principio estaba más abajo del Casino o Círculo del Recreo. Llegábamos con nuestra entrada que controlaba el portero, un poco serio, pero eficaz y cumplidor de su misión, Eladio Quero (creo que era artesano navajero). Que cantidad de “pelis” nos habremos visto en aquella vetusta sala de cine que posteriormente se trasladó al que hicieron nuevo al final de la calle San Sebastián, y también al de Ladislao (el patito, con perdón) al principio de la calle real, tanto el de invierno como el de verano.
Pero había otra razón, y quizás la más poderosa, para acudir a este paseo dominical, y de otras fiestas, y era ¡¡ como no! ! el echar el “ojo” a las chicas que por allí paseaban formando pequeños grupos al igual que los chicos. Cuantas relaciones no habrán salido de los paseos por esta calle. Allí se “echaban” los primeros piropos, se hacían conjeturas tales como: “esa me gusta, pues aquella otra no te la pierdas de vista, ¡¡anda pues si esta que viene por aquí es la hermana de fulano de tal !!, y una vez hecha la pre-selección nos tirábamos al ruedo, unas veces con más suerte que otra, hasta que por fin caíamos en las redes del amor, asaetados por el Cupido de turno.
Es de suponer, -como a mi me pasó-, que mas de uno de nosotros/as encontró en el paseo su media naranja, o al menos lo intentó, pues como no existían todavía las “Discotecas” u otros recintos apropiados para estos menesteres, echábamos mano a lo clásico, “ojeo, ánimo y.........al abordaje, aunque en muchas ocasiones había que echar más de una vez las redes, pues no siempre el “merluzo” era del agrado de la “pescaora”, pues en definitiva era quien tenía siempre la última palabra (yo creo que casi como ahora).
Mi caso, como antes he apuntado, en esta Real calle me enamoré, y el día de nuestra boda la paseamos andando hasta el salón de “Coronado”, que era donde se celebraban las bodas, así que los recuerdos que de ella tengo son más que gratos.
Aunque no se puede decir que “cualquier tiempo pasado fue mejor”, bien es cierto que “recordar es volver a vivir” y aún estando agradecido a los tiempos que vivimos, queda un regusto de todas esas vivencias que no hay pócima milagrosa que los haga desvanecer por mucho tiempo que pase. También es verdad que los años de adolescencia y primera juventud se suelen vivir con intensidad en cualquier época y, salvo excepciones, todo lo que se recuerda de ellos es bueno.
Un abrazo para todos.
Manolo Marín
Madrid, 1 de Abril de 2004