sábado, 30 de noviembre de 2013


LAS QUE TIENEN QUE SERVIR






No pretendo en este pequeño articulo reescribir el guión de la famosa película protagonizada entre otros por Cocha Velasco y Amparo Soler Leal, pero es que hoy en día ya no se usa esa palabra para las personas que iban a ganarse el sustento, y en muchos casos, el de toda la familia.

Hoy se les nombra con el pomposo nombre de “Empleadas de Hogar”, aunque no dejan de hacer los mismos trabajos que años atrás hacían otras mujeres que, aunque tengan una ventaja sobre ellas, ya que ahora tienen mas medios que les ayudan a realizar las tareas propias de un hogar, lavadoras, secadoras, aspiradoras y un sin fin de artilugios, no dejan de ser las fámulas que se exigían en esos tiempos, visto así, parece que el tiempo se ha detenido, que para nada han cambiado los estatus sociales.

Cierto es -como decía anteriormente- que ahora no tienen que fregar los suelos a mano y de rodillas con estropajos, que mas bien parecía una penitencia, que una tarea domestica, la popular fregona, aún quedaban años para inventarse, para bien de muchas mujeres.

Las tareas de lavado de ropa, para que contar, si con ver sus manos llenas de sabañones y llagadas ya se podía intuir el esfuerzo que debían hacer, no obstante, que nadie crea que solo eran  esos los trabajos mas arduos que tenían que realizar, no, aún quedaban tareas a las que  hoy clasificaríamos  como infrahumanas.

Entre otros menesteres propios del trabajo que tenían que  realizar, debían tener ingenio para sacar brillo a las baldosas del piso, frotándolas con arte y esmero en aceite de linaza para que no perdiesen el color original, limpiar el polvo de un sin fin de cachivaches que se acumulaban en las alacenas y estanterías, para que cuando viniese el “señorito”, no tuviese la mas mínima queja de cómo todo estaba en su sitio, pulcro y ordenado.

Estos señoritos, a los que gustaba ir a misa de doce el domingo y darse multitud de golpes en el pecho para que viesen todos los convecinos que ellos eran los mas castos, eran los que tenían en sus casas a una cuadrilla de esclavos por un mísero sueldo para, con gran regocijo de quien por las tardes iban a tomar el chocolate con bizcochos a sus casas,  alardear de lo limpio que tenia todo, y que gracias a la mujer que Díos le había dado en suerte, podía vanagloriarse de ello.

No obstante aún quedaban tareas que aún no he descrito, y que también eran de curso habitual.

Entre estas tareas aludidas y mientras las realizaban, debían preparar la comida de toda la familia, y no como ahora se hace, las cocinas eran en su mejor caso de carbón, aunque las mas frecuentes eran de leña, pero que de cualquier manera, debían prepararlas, yendo normalmente al lugar donde se almacenaba el combustible, que generalmente era el patio interno o corral, portarla y llevarla hasta la cocina, no importaba la estación del año por la que se atravesaba, ya podía ser un caluroso verano con temperaturas que ni en el infierno resistirían, como si en el invierno lo mas cálido que se podía encontrar era el Polo Norte.

Si a todo esto añadimos que la familia en cuestión tenia niños pequeños, era el deber y obligación cuidar de ellos, ya que por norma general, la dueña de la casa solía tener todos los días unas jaquecas que ni el mejor de los galenos de esos tiempos era capaz de curar, y no era plan que se levantase el ama de casa y contender con unos alborotadores y ruidosos niños que le hacían la vida imposible de llevar.

Por esos tiempos que relato no existía la seguridad social, eso estaba por llegar, y cuando alguna persona se ponía enferma, debía ser gravísimo para no acudir al trabajo antes de que el sol saliese por el horizonte ya debía estar camino del deber, ya podía ir temblando de fiebre que no había mas remedio que acudir, si no acudías, en primer lugar no cobrabas, y en segundo, pues ya caías en desgracia, la palabra mas usada era, ¡¡ pues yo creía que era usted mas fuerte!! de seguir así, tendré que pensarme en ir buscando a otra moza que esté mas sana y no sea tan floja.

Pena da que, a la vuelta de tantos años y de creernos que todas estas calamidades habían quedado atrás, resulta que no, que estamos igual.

Hace pocos días, una persona conocida de mi entorno, angustiada por la precariedad del trabajo y con la necesidad de llevar a casa algo de dinero para poder seguir subsistiendo, y aunque con una categoría profesional superior a lo que se supone que se exige para hacer esa clase de trabajos, acudió a una entrevista para “supuestamente” hacer solo la comida de una clase de gente que no tiene nombre, ya que en el infierno aún no han hecho el censo para ponérselo, aunque sé de buena tinta que esperarlos, los esperan allí.

Le dijeron que si, que era suyo el trabajo y que solo tenia que hacer la comida para doce personas, pero claro, que con el tiempo de que disponía, -ocho horas-, se supone que tenia que limpiar la casa también, y de paso ir a la compra y atender a una persona casi imposibilitada, y con un sueldo de 450€ al mes, si, he dicho bien, 450€ y sin seguridad social, y que debería estar agradecida de poder decir que por fin había encontrado un trabajo y bien remunerado según están los tiempos, claro, los tiempos que esa clase de gente les interesa que sigan.

Dicho lo dicho, ¿alguien duda de que algo ha cambiado?, y de que las que tienen que servir son como personas de tercera categoría, sin derechos y con muchas obligaciones.

Y ya puestos a elucubrar, deberían ir pensando como en Estados Unidos hasta no hace tanto tiempo, que se ponía en duda de si los negros tenían alma, y por ese motivo bastante favor les hacían en ser sus esclavos y dejarles vivir.

Quizá alguien que lea esto pensará en otra película que los retrataba aún mejor, Los Santos Inocentes, lo dejo a voluntad del eventual lector.

Vaya este pequeño recuerdo en memoria de todas esas personas que tuvieron que soportar el servir y dejarse la piel por el camino a cambio de un mísero salario, y a las que por desgracia, lo están haciendo en la actualidad en pésimas condiciones.

NOTA: Aunque la práctica habitual era y es la que he tratado de describir, en honor a la verdad, hay que decir que siempre ha habido y hay excepciones, y no en todas las casas, ni las trataron ni las tratan así.
A dios lo que es de Dios, y al Cesar lo que es del Cesar.