Hola amigos, hoy he estado viendo y repasando las felicitaciones de Navidad, las cuales me llegan de todas partes, tanto de la geografía nacional como del resto del mundo, no sé si seré merecedor de vuestras felicitaciones, aunque si las enviáis, -seria demasiado petulante por mi parte al decirlo-, quizá me las merezca, lo que si tengo cierto es que, me han echo mucha ilusión, no ya por las fechas precisas en las que estamos, sino por que sé que estáis ahí, y aunque sea a distancia y virtualmente, os acordáis de mi, y eso, que os voy a decir, no tiene precio, que yo sepa hasta ahora no se ha podido cuantificar en billetes de curso legal lo que vale una amistad, y el día que la amistad se pueda medir, pesar o valorar, será porque ya no existe, y eso nunca debemos consentirlo.
Por encima de rivalidades políticas, religiones e incluso de colores futbolisticos, están las personas, pues gracias a Dios, o vaya usted a saber por qué, aún perduran, la sensatez de los que aún no hemos perdido la fe ni el norte en nuestros semejantes.
Bien, dejando ya el prologo “Navideño” quisiera centrarme en los recuerdos que vienen a mi mente a propósito del titulo del presente mini-articulo.
Es muy probable que los jóvenes (si es que leen estas cosas) les suene a “chino”, pero también doy por sentado que los mas entrados en años, -al igual que yo-, lo recuerden perfectamente, se trata de la figura del Pregonero.
Sobre todo en los pueblos de nuestra querida piel de toro es donde esta figura que describo tenia un gran realce, ya que su sola presencia en alguna plaza del pueblo, entre cuatros esquinas, e incluso llegado el caso en los campos, el sonido de su trompeta era ya motivo de grandes aglomeraciones, entre chiquilleria, amas de casa y algún que otro prócer que no le habían avisado del citado pregón, se reunían en torno al susodicho pregonero.
Invariablemente comenzaba con las altisonantes palabras y a viva voz, ¡¡¡ de parte del Sr. Alcalde, se hace saber !!! y a partir de aquí, se hacia el silencio y se escuchaba atentamente las palabras que por boca del pregonero salían como si de un misterio se tratase. Podía ser cualquier cosa, pero no dejaba a nadie indiferente, y cual mecha de petardo, prendía en los oyentes de tal manera, que pocos eran los que no se hacían eco del pregón y lo iban diciendo a familiares, amigos o algún foráneo que por allí se encontrase, con lo cual, a los pocos minutos, toda la población sabia a que atenerse o andarse con el cuidado y debido respeto al bando.
Los tiempos han cambiado, ahora utilizamos este medio, pero a la postre no deja de ser lo mismo, solo que en vez de trompetilla en ristre, utilizamos un teclado y una conexión para dar a conocer las nuevas o malas noticias que se producen en nuestro entorno.
Y en este caso soy yo el que -siempre bajo mi mas estricta modestia- os anuncio cual pregonero a la antigua usanza, que llega el nuevo año, y que si los números, (a pesar del exiguo Dionisio) no me engañan, os deseo a todos.
¡¡¡ FELIZ AÑO 2012 !!!