Dado que se acerca el día de todos Los Santos, he querido dejar aquí un homenaje para todos aquellos que nos precedieron en su adiós en este mundo que conocemos. Y especialmente, a los Santacruceños que pasaron a la otra orilla.
Eso si, con todo mi respeto, ya que tarde o temprano, todos y cada uno de nosotros haremos el mismo camino, en este lugar o cualquier otro, partiremos hacia ese camino del que ya no se puede volver ni reprochar nada.
Hay un camino en Santa
Cuz de Mudela cuajado de cipreses que miran al cielo impertérritos
al tiempo, y que si pudiesen hablar, nos contarían mil historias de
los que por allí allí han visto pasar.
Camino de gravilla fue en
un tiempo, después lo quisieron asfaltar, pero los cipreses siguen
escuchando las ruedas de los que hacen el camino, y ya no volverán.
Pasan diciendo adiós
entre tejeras olvidadas, de surcos que ya no se quieren labrar, no
pueden mirar hacia atrás, para ver por última vez la torre de la
iglesia, aquella en la que fueron a bautismar.
Ese es el último camino
que nos queda por andar, y se hace tranquilo, sabiendo lo que queda
atrás.
Días de fiesta, de
tristezas y..... algunas cosas mas, pero queda el consuelo de que
alguien se acordará, de reponer flores, de lapidas limpiar, de algún
rezo, de lo que dejamos atrás.
Unos se alegraran de que
ya no existamos, los mas, nos echaran a faltar, y a esos dedico mis
últimas palabras, no tengáis pena, nunca os he de faltar, allí
donde estáis en vuestros corazones mi alma indisoluble anidará, me
voy en paz.
Si alguien me ha de
juzgar, no seréis vosotros, será -si existe- el mas allá, pondrán
la balanza de la vida y en ella sopesarán, lo bueno y malo que hice,
y así me juzgarán.
Llevadme dentro de
vosotros que así nunca os he de faltar.
Dedicado a todos los que
por ese camino anduvieron.
Descansen en Paz
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